lunes, 3 de mayo de 2010

Contexto Histórico-Intelectual

La década de 1990 se presentó bajo un aspecto particularmente contradictorio para los teóricos sociales. Por un lado, el clima ideológico estaba dominado por el colapso de la Unión Soviética y sus extensiones en Europa del Este. Aun que las tendencias intelectuales de mayor repercusión adoptaron distintas formas, por ejemplo, la declaración de Fukuyama del fin de la Historia y la implantación del posmodernismo como la ortodoxia reinante en amplias zonas del mundo académico, todas sacaron la misma conclusión: el capitalismo liberal había triunfado definitivamente sobre cualquier otra alternativa factible.


Hasta aquí todo resulta familiar. Pero más allá del mundo académico y del de los creadores de opinión, las sociedades capitalistas avanzadas continuaron exhibiendo los defectos estructurales que habían motivado la originaria búsqueda de algo mejor. No sólo persistieron las mismas injusticias y sufrimientos de antes, sino que incluso aumentaron. Las desigualdades socioeconómicas en la mayoría de las democracias liberales occidentales y la pobreza absoluta se incrementaron, mientras los regímenes presupuestarios neoliberales hicieron reducciones, a menudo drásticas, en la provisión del bienestar. Mientras tanto, durante casi una década, dos de las tres principales zonas del capitalismo avanzado –Japón y la Europa continental– sufrieron un estancamiento económico crónico. El resultado fue un proceso de polarización de clase que, en algunos países, provocó enfrentamientos sociales a gran escala. En Francia por ejemplo, tuvieron lugar los conflictos más intensos, especialmente las huelgas del sector público de noviembre y diciembre de 1995.


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